
José Antonio Arrubarrena, In memoriam – Juan de Dios Andrade
Recién partió una gran persona y un buen cristiano que dedicó su vida a servir y defender a la Iglesia en momentos turbulentos y violentos. No gustaba de las multitudes sino de la amistad personal, en corto, cara a cara. Solamente así podías llegar a concerlo mejor. Este es un reconocimiento en memoria de José Antonio Arrubarrena y Aragón, mi querido amigo.
CONfines Políticos
1 de junio de 2025
Correspondencia: confinespoliticos@gmail.com
Como es de conocimiento público, el martes el Señor llamó a su presencia a José Antonio Arrubarrena y Aragón. Un buen hombre, un buen cristiano, un buen hijo de la bienaventurada Virgen María y un gran amigo. Sin temor a equivocarme, les puedo decir que se esforzaba en hacer cosas buenas cada día, pero no gustaba de la alabanza ni de las cosas vanas. Generoso y discreto a la vez, se mantenía lejos del foco de atención. Asistía a las ceremonias universitarias debido al cargo que ocupaba, pero para conocer al verdadero José Antonio había que hablar con él en corto. Para él, la amistad era un asunto personal, un encuentro cara a cara. No era un hombre de multitudes, ni siquiera de juntas ejecutivas, que, por cierto, le resultaban un fastidio y así, frente a frente, te contaba muchas cosas y podías conocerlo verdaderamente…
Dialogar con José Antonio Arrubarrena era como ir armando un enorme rompecabezas con las piezas de su vida y de sus pensamientos que, poco a poco, te iba entregando…
Fraguando generaciones
Como varios de sus contemporáneos, fue un católico comprometido que no se conformaba con ir solamente a misa los domingos y días festivos. Un siervo bueno y fiel de la Iglesia Católica, a la cual defendió en tiempos turbulentos, difundió la Doctrina Social Cristiana y entendió la importancia de formar oleadas de jóvenes estudiantes para el futuro…
José Antonio y la gente como él, se acrisolaron entre el fuelle y la fragua de los jesuitas, luego de que Pío XII les encargara dos cosas: la formación de los jóvenes en la participación y la defensa de la Iglesia ante los embates del comunismo anticristiano. Fue una época agitada, donde hubo aciertos y errores garrafales, así como interpretaciones equivocadas al confrontarse con el fanatismo ideológico de cuño anticatólico. Por eso, la Iglesia los ha tratado con maternal paciencia a los otrora jóvenes, porque no empezaron a organizarse y agruparse después de una noche de insomnio. Era una estrategia impulsada por la propia cadena de mando eclesial y José Antonio Arrubarrena fue de esos católicos que respondieron al llamado con más corazón y buena intención que con recursos y capacidad debido a sus años mozos. Cómo no se iban a equivocar en muchos asuntos que los rebasaban, aunque en otros resultaron ser muy certeros…

Jóvenes incansables que iban y venían porque no había tiempo que perder, y viajaban en grupo para sentirse acompañados. Para los que creen que “han inventado el hilo negro”, casi desde el principio hicieron trabajo en equipo y, por sus limitados conocimientos en algunos temas, se repartían las lecturas de libros y los discutían mientras viajaban, intercambiando o repartiéndose otros nuevos. José Antonio me contó que los más complicados se los daban a Manuel Antonio Díaz Cid, quien ya daba muestras de su capacidad intelectual privilegiada para analizar. Será en el tránsito de los años Sesenta a los Setenta, pasado el Concilio Vaticano II, precisamente durante esos viajes, que Manuel Antonio les dijo que tenía serias dudas de que la conspiración judía mundial fuese verdad. Era algo difícil de creer, luego de que, en los primeros años de la Guerra Fría, el Congreso Judío Mundial (1945) agradeciera a Pío XII todos sus esfuerzos por salvarlos durante la guerra, haciendo un importante donativo al Vaticano y el gran rabino de Israel hiciera lo propio por poner a salvo a los judíos italianos. Con mayor razón si agregamos que Israel Zolli, gran rabino de Roma, se hizo bautizar católico con el nombre de Eugenio por agradecimiento…
Claro que no falta el aprendiz de historiador que dice que Pío XII era antisemita…
El desmoronamiento de la falsa tesis de la conspiración judía mundial fue un proceso lento, pero imparable, al interior de aquellos jóvenes que pronto se hicieron adultos y, luego, ancianos. Lo que los preservó del mal de la soberbia fue su obediencia al Papa y su devoción a la Virgen María…


Crucificado con Cristo
No es fácil abandonar ciertas creencias equivocadas y tan arraigadas, pero José Antonio supo dejarlas de lado con firmeza y dignidad. Fueron décadas de forcejeos y tensiones, donde la propia Iglesia era jaloneada por izquierdas y derechas por igual, sin que nadie quedara satisfecho con las decisiones papales y hasta Pablo VI llegó a decir que Dios lo había llamado a ser crucificado con Cristo en la Cruz, mientras unos y otros festinaban. Algunos negaron la legitimidad de Juan XXIII y de Pablo VI, cayendo en el sedevacantismo y desembocando en la excomunión. Arrubarrena y Díaz Cid no fueron de esos, ni la mayoría de sus amigos…
Me consta el aprecio que José Antonio tenía por lo que hacían los católicos tradicionales de otras latitudes. Tan profunda era su obediencia al Papa que, pese a tener en alta estima a Plinio Corrêa de Oliveira y al tradicionalismo brasileño, lo que con mayor gusto recordaba de él era la vez que le dijo que los católicos de Brasil se habían percatado de que “el Papa era el Papa”. Además, Arrubarrena lo decía en portugués y con mucha alegría porque, finalmente, Don Plinio se asentó en la obediencia y lo mismo podemos decir de su admiración por la España franquista. Su límite y rasero era la lealtad con el Pontífice, aspecto en el que Francisco Franco no se distinguió mucho que digamos…
Sin duda, José Antonio sentía una profunda y conmovedora admiración por la obra y sacrificio de Carlos Alberto Sacheri en Argentina, cobardemente asesinado cuando regresaba a casa con su familia, después de misa, a manos del grupo guerrillero ‘ERP-22 de Agosto’, escisión del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Para su familia, aquel domingo 22 de diciembre de 1974 empezó con la muerte de Carlos Alberto por su fe en Cristo Rey y terminó con su viuda y sus hijos rezando por los asesinos. Fue el único caso sobre el cual le oí hablar con viva emoción…

También atesoraba los escritos de Leonardo Castelani, sobre todo los relativos al Apocalipsis y las inspiradoras reflexiones de Monseñor Derisi, aunque su predilección mariana unía a José Antonio con Alberto Caturelli. En un lugar especial tenía a Gustavo Adolfo Martínez Zuviria, mejor conocido como Hugo Wast, cuyas intuiciones sobre el futuro de la Iglesia y del papado lo hicieron legendario. En fin, muchos motivos vinculaban a Arrubarrena con Argentina, en donde, por cierto, se vivían intensos debates en el tradicionalismo católico alrededor de Juan Domingo Perón. Mientras unos lo veían con buenos ojos, otros lo rechazaban. Perón representaba un nacionalismo revolucionario ‘sui generis’, porque, así como simpatizaba con este tipo de catolicismo, igualmente se adentró en el terreno de la magia y el ocultismo, detrás de lo cual estaba el G.O.U., organización secreta castrense de raigambre masónica, lo que explica por qué Perón llegaba a asumir posiciones abiertamente anticatólicas. Asimismo, en él había una vena tenebrosa que conducía al esoterismo, el cabalismo y el espiritismo…
La sombra de Bergoglio
Los mismos jesuitas argentinos estaban divididos entre izquierdas y derechas, adoptando una u otra posición a la vez. La pugna fue particularmente intensa en los años Sesenta entre los tradicionalistas en torno a Sacheri y los aglutinados en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, inspirado sobre todo en el teólogo Lucio Gera, de donde se generó la llamada ‘teología del pueblo’ y uno de cuyos líderes, Gerardo Ferrari, se terminó uniendo a las Fuerzas Armadas Peronistas, organización guerrillera urbana…

En aquella misma década se fundó la sociedad reservada Guardia de Hierro, que abrevaba en la derecha peronista. La Guardia de Hierro tenía como uno de sus directores espirituales (porque toda organización reservada los tiene) al entonces ilustre desconocido Jorge Mario Bergoglio, que siempre conoció las andanzas de todas las sociedades reservadas auspiciadas por los jesuitas, incluso como Papa. ¿O ustedes se creen el cuento de que no sabía nada de nada? Bergoglio fue un sacerdote que interactuaba con los grupos reservados argentinos, quienes le ayudaron a lograr muchos de sus objetivos pastorales y universitarios. Para tal efecto, la Guardia de Hierro no dudó en asumir posiciones de izquierdas y de derechas al mismo tiempo, sobre todo cuando se insertó en el Frente Estudiantil Nacional. Pero el gran logro del entonces P. Bergoglio fue la creación, ya como Provincial de los Jesuitas, de una nueva organización a través de la Guardia de Hierro, para que asumiera el mando de la Universidad del Salvador en Buenos Aires…
Pero, claro, no faltan los borricos que insisten en que el Papa Francisco vivía ajeno a los vericuetos actuales de sus pupilos de antaño. En todo esto, los movimientos tradicionalistas de los católicos mexicanos estuvieron muy unidos y pendientes de sus pares argentinos, y, allá como acá, andando el tiempo se inició una transición para superar aspectos intelectuales erróneos e interpretaciones teológicas equivocadas, más producto de la polarización de la época que de otra cosa…

José Antonio Arrubarrena, con mucha humildad supo obedecer las directrices emanadas desde los años de Juan Pablo II e ir dejando formas obsoletas de pensar que ya no le servían a la Iglesia que él tanto amó y defendió. La llegada de Bergoglio a la Silla de Pedro simbolizaba el reencuentro entre viejos conocidos a lo largo de la América continental. Francisco nunca tuvo la intención de destruir lo que su propia Orden religiosa fundó, sino hacerles transitar hacia formas nuevas de participación laical. Solamente los extremistas, que creyeron conocerlo, pensaron que era una guerra de exterminio, cuando Francisco simplemente quería un acuerdo para dejar atrás ese pasado, saliendo de la reserva rumbo a un compromiso nuevo, franco y transparente. Sin duda, todavía habrá algunas resistencias, pero más bien serán escasas y no tengan duda de que León XIV seguirá ese mismo camino. No de luchas fratricidas intestinas, porque sería contrario al mandato que recibió la Iglesia de su Fundador: predicar el Evangelio hasta los confines del mundo y proveer lo necesario para la salvación de todos. Sí, leyeron bien: de todos, incluyendo lo que queda de las organizaciones reservadas y de aquellos más necesitados de la misericordia de Dios…
La Madre del Amor Hermoso
José Antonio Arrubarrena hizo muchas obras de las que pocos se percataron y no me refiero a ‘logros históricos’, sino a acciones sencillas pero muy importantes. ¿Sabían que ponía dinero de su bolsillo para sostener a estudiantes con problemas económicos? Son ese tipo de bondades que no alcanzan para ocho columnas en los medios, pero sí para ganarse el Cielo y, sin embargo, ellos nunca se enteraron de quién era su benefactor porque les hacía llegar la ayuda a través de otras manos…
Como buen cristiano, supo afrontar sus problemas de salud como un modo para purgar sus pecados y de santificación. Recuerdo muy bien la ocasión en que me dijo, con cierto dejo de tristeza, que estaba perdiendo el gusto y el olfato. Para los que no lo sepan, algo así significa que dejas de percibir lo específico de aquello que comes, al grado de que ingredientes, frutas y vegetales diferentes te saben igual. Ya no disfrutas lo que comes. ¿Se amargó José Antonio? No, se lo ofreció a Dios y se aferró más a su devoción mariana…

Me son inolvidables las charlas que tuvimos cuando un bolero, Pablito, llegaba a lustrarle los zapatos. Pablito era un viejo conocido desde los años en el Carolino y el conflicto estudiantil. Desde entonces ‘daba bola’ y era una verdadera caja de recuerdos. Era gracioso escuchar las remembranzas de ambos, porque te contaban cuáles estudiantes católicos realmente se rifaban el físico y cuáles salían corriendo a las primeras ‘chinampinas’. Lo más penoso y cómico del caso es que, cuando se trataba de figurar, los segundos aparecían em primera fila para las fotos. Obviamente no es lo mismo estar en una institución que te cobija que caminar por “el callejón de las trompadas”. Pues si creyeron que José Antonio y Pablito no sabían quién era quién, déjenme decirles que sí lo sabían…
En sus últimos años, José Antonio Arrubarrena desarrolló una predilección especial por la obra de Fray Aníbal Ernesto Fosbery O.P. sobre la cultura católica. Fosbery fue un verdadero gigante del tomismo a escala continental. Esto nos demuestra que la vida de José Antonio estuvo marcada por la impronta de la Argentina católica, en donde seguramente sentirán mucho su partida…
El martes se fue un gran amigo. Podría seguirles contando tantas cosas, pero con lo dicho es suficiente para darse una idea de quién era José Antonio Arrubarrena. Estoy seguro de que no llegó solo ante el Señor. Lo hizo de la mano de la Madre del Amor Hermoso, aquella en la que tanto confió durante su vida y especialmente en el momento final, que es el decisivo…
Descansa en paz mi querido amigo, descansa en la paz de Dios…
Hasta entonces…