Mié. May 15th, 2024

Dr. Guillermo Hernández Flores saludando a su maestro, el P. Rafael Amador Tapia Zúñiga, al ser galardonado por su 40 años como docente del Seminario Palafoxiano

La enseñanza de la filosofía en el Seminario – Guillermo Hernández Flores

¿Sirve de algo la filosofía? ¿Tiene sentido el filosofar en una época como la nuestra? Más específicamente, ¿cuál es su papel e importancia en los Seminarios, sobre todo en el Palafoxiano? ¿Qué tipo de relación tienen la filosofía y la teología? ¿La verdad se transmite para ‘saberla’ o para ‘vivirla’? El malogrado Padre Guillermo Hernández Flores reflexionó sobre estos aspectos, allá por el año de 1994 y lo dejó por escrito, pero el texto había permanecido inédito, hasta ahora.

Conferencia magistral del Presbítero y Doctor Guillermo Hernández Flores,
con motivo de la Celebración de los 30 años del nuevo edificio
del Seminario Palafoxiano de Puebla (1964-1994)

Biografía sucinta

Juvenal Cruz Vega

Director

Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz

El padre Guillermo Hernández Flores nació el 27 de abril de 1949 en San Andrés Chalchicomula, hoy Ciudad Serdán y murió en la ciudad de Puebla el 11 de octubre de 2020. Fue doctor en filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y catedrático de filosofía por más de cuarenta años en el Seminario Palafoxiano de Puebla; además profesor invitado en otras instituciones tales como la Universidad Pontificia de México, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Universidad Iberoamericana de Puebla y Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. Conferenciante numerario en diversas instituciones; igualmente autor de numerosos libros y trabajos de investigación en las siguientes revistas: Palafoxianum, Nota bene, Semanario Koinonía, Revista Koinonía, Academia Mexicana de la Historia y Angelus. También tiene un repertorio considerable de trabajos inéditos, lo cual hace que sea un excelente humanista en el sentido estricto de la palabra: filósofo de vocación, maestro, conferenciante, sacerdote y un egregio amigo.

Escribió varios libros, la mayoría inéditos y de buena calidad. Su tesis doctoral, con la cual sacó Summa cum laude en la Universidad Gregoriana de Roma en 1983, está publicada en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo título es: Del circunstancialismo filosófico de José Ortega y Gasset a la filosofía mexicana de Leopoldo Zea; igualmente publicó en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla una de sus mayores investigaciones: Propedéutica a la filosofía de Mauricio Beuchot y un libro en coautoría con Juvenal Cruz Vega, publicado en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, cuyo título es: Encuentro con Mauricio Beuchot.

En el contenido de su pensamiento hay un estilo interdisciplinario y un humanismo profundo; por el lado de la gramática de su obra, se ve conocimiento, claridad y sencillez; en su estilística se puede apreciar orden y elegancia, y en su filosofía se advierte el amor profundo a la metafísica, teoría del conocimiento y a la filosofía en México

Juvenal Cruz Vega

Esta academia le celebró un homenaje nacional el 31 de octubre de 2015 durante el Primer Simposio Nacional Universidad y Antigüedad ante un grupo numeroso de intelectuales de renombre nacional e internacional. Y un segundo homenaje póstumo, celebrado el 26 de marzo de 2022 en la misma academia en el marco del V Simposio Nacional Universidad y Antigüedad.

El Seminario Palafoxiano, enclave del humanismo cristiano en México

De sus obras inéditas sobresalen las siguientes: Filosofía náhuatl, Caminos del pensamiento: un ensayo bibliográfico sobre la obra de Leopoldo Zea, Ética y bioética, Decadencia de la Escolástica y Renacimiento, Antología filosófica, Migajas homiléticas: caminando en busca de la verdad, Amor a la sabiduría y pedagogía del amor. Además, escribió diversos artículos de pensadores mexicanos y temas selectos de filosofía, los cuales han sido algunos de ellos, ponencias en distintas instituciones. Por ejemplo, Conferencia magistral en el Seminario Palafoxiano de Puebla: La enseñanza de la filosofía en el Seminario, mayo, 1994; Conferencia magistral: Apuntamientos de sentido para una pedagogía de la filosofía en América Latina hacia el siglo XXI, dictada en el Círculo de estudios filosóficos Emmanuel Kant de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 7 de agosto de 2008. También, tres conferencias dictadas, en el II, IV y V Coloquio Nacional de Humanismo, Humanidades y Hermenéutica, en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. La primera la tituló: Biografía sucinta del pensamiento de Mauricio Beuchot, en la cual presentó la conferencia magistral del doctor Mauricio Beuchot: La hermenéutica analógica, una herramienta desde la antigüedad para la actualidad. Sábado 2 de julio de 2011. La segunda conferencia la tituló: Caminos del pensamiento: un ensayo bibliográfico sobre la obra de Leopoldo Zea. 21 de junio de 2013. La tercera la tituló: El pathos de la filosofía náhuatl, 28 de junio de 2014. Dejó una obra a mitad, uno de sus mayores trabajos, sobre la historia del Seminario Palafoxiano de Puebla, de 1964 al 2020, y otro libro más, que sólo hizo el inicio de la investigación, al que tituló: Diagrama conceptual de la hermenéutica analógica.

En el contenido de su pensamiento hay un estilo interdisciplinario y un humanismo profundo; por el lado de la gramática de su obra, se ve conocimiento, claridad y sencillez; en su estilística se puede apreciar orden y elegancia, y en su filosofía se advierte el amor profundo a la metafísica, teoría del conocimiento y a la filosofía en México. Su síntesis filosófica reúne una vertiente interesante para fortalecer el diálogo filosófico con otras filosofías de México y América Latina.

El Dr. Guillermo Hernández Flores (al centro), siempre rodeado por sus amigos

La enseñanza de la filosofía en el Seminario*

Dr. Guillermo Hernández Flores

*En su momento, el autor dijo al maestro Juvenal Cruz Vega,
que, de su conferencia,
sólo existía el manuscrito que le había confiado a su cuidado,
mismo que permaneció inédito hasta ahora.
CONfines Políticos le agradece al maestro Juvenal
la deferencia al darlo a conocer aquí.
  • El tema de esta ponencia es la enseñanza de la filosofía en el Seminario. Se intenta, pues, una reflexión sobre su pedagogía y esto en el ambiente de los centros de formación más importante de la iglesia. La ponencia se desarrolla en tres momentos sucesivos, diversos, aunque estrechamente conectados, de manera que toda repetición o reiteración obedece a esta opción expositiva.
  • En primer lugar, se tratan aquellos elementos esenciales que son como el “fondo ideológico” de esta enseñanza. Después se intentan definir los aspectos accidentales que la matizan y que la distinguen. Y finalmente, se harán algunos señalamientos sobre las necesidades, dificultades y limitaciones que esta peculiar pedagogía reporta y conlleva.

Con respecto a la enseñanza actual de la filosofía en nuestro Seminario, podría decirse que la interioridad que distingue a la primera vertiente se ha tratado de conjugar en todo momento con la objetividad propia de la segunda. Interioridad y objetividad humanizantes y humanizadoras

Guillermo Hernández Flores
  • Somos conscientes, ante todo, de que nuestra filosofía, como nuestra cultura, es una filosofía mestiza y su pedagogía conjunta y resume tres constitutivos básicos.
    El primero es el que podríamos llamar clásico-humanista: asumimos la filosofía como un auténtico saber caracterizado como un humanismo científico que coloca en el centro de sus preocupaciones al hombre integral y concebido, además, como un fin. Este primer constitutivo hunde sus raíces en una antiquísima tradición y en una doble vertiente.
  • El platonismo, que se prolonga hasta San Agustín, hace crisis en la Reforma protestante proyectándose en el espíritu moderno hasta nuestros días; y especialmente el aristotelismo, que se prolonga en la Escolástica y hace crisis en el Renacimiento, declinando frente a la modernidad y resurgiendo siempre, aunque con intermitencias, hasta nuestros días.
  • Este constitutivo, en su doble vertiente, ha sido constante en el pensamiento de los grandes filósofos cristianos y en la disciplina de la Iglesia referente a la formación intelectual de sus sacerdotes. Simplificando, pues, y con respecto a la enseñanza actual de la filosofía en nuestro Seminario, podría decirse que la interioridad que distingue a la primera vertiente se ha tratado de conjugar en todo momento con la objetividad propia de la segunda. Interioridad y objetividad humanizantes y humanizadoras.
Cuando la fe irrumpe sobre la inteligencia, buscándola
  • El segundo constitutivo es el cristiano. Para nosotros, el hombre es, además, hijo de Dios; y la fe irrumpe sobre la inteligencia, buscándola. Puede decirse que el cristianismo ha procurado las dos inflexiones más profundas en la historia de la filosofía occidental. Una, que corresponde a la irrupción del primero sobre la segunda, y otra, que corresponde al esfuerzo reiterado y creciente para emanciparse la segunda del primero.
  • De esta forma, la teología filosófica de la Edad Media vendría a ser como una grande interpretación racional del sentido y la idea cristianas de la vida, y los grandes sistemas metafísicos de los siglos XVII y XVIII serían como el último gran intento de conciliación racional del espíritu cristiano con las innovaciones de los tiempos modernos. En este cuadro corresponderla a Kant y al idealismo alemán – en parte ya como una reacción a la llustración- realizar el último esfuerzo dentro de esta primera inflexión.
Hegel, el último de los clásicos
  • La segunda inflexión comienza propiamente con la disolución de la Escolástica, se complica con el Renacimiento, se reanuda con la Ilustración y se prolonga con la filosofía contemporánea, la posterior a Hegel, el último clásico. De manera que la filosofía en esta última etapa se presenta, a partir de Hegel, como la alternación de oleadas de dirección opuesta que continúan respectivamente los dos grandes movimientos de la filosofía medieval y moderna; dibujándose, no obstante, a partir de los fines de la medieval y principios de la moderna, un nítido movimiento de reiterada y ascendente emancipación de su vinculación al cristianismo, es decir, un claro predominio en la filosofía de la inflexión inmanentista sobre la trascendentista.

Al declararle “Doctor común” y al hacer de la doctrina de Santo Tomás la base de la enseñanza eclesiástica de la filosofía, el Magisterio de la Iglesia no ha rebajado la preciosa herencia de los grandes pensadores cristianos de Oriente y Occidente, entre los cuales el nombre de San Agustín brilla con peculiar resplandor; ni ha pretendido hacer de él un Maestro exclusivo, ni imponer cada una de sus tesis, ni excluir la legítima diversidad de escuelas y sistemas, y menos aún proscribir la justa libertad en la investigación

Guillermo Hernández Flores
  • La consecuencia principal de todo esto es la peculiar orientación doctrinal de nuestra enseñanza de la filosofía. Tal orientación doctrinal debe colocarse remotamente en la dirección trascendentista y próximamente en la dirección tomista; pero nuestra praxis pedagógica es claramente dialógica, es decir, siendo la verdad la matriz de la filosofía, intentamos verla en el Absoluto, aceptarla doquiera que ella se encuentre y enseñarla con sincera apertura; tal es el espíritu propio del Tomismo.
  • Al declararle “Doctor común” y al hacer de la doctrina de Santo Tomás la base de la enseñanza eclesiástica de la filosofía, el Magisterio de la Iglesia no ha rebajado la preciosa herencia de los grandes pensadores cristianos de Oriente y Occidente, entre los cuales el nombre de San Agustín brilla con peculiar resplandor; ni ha pretendido hacer de él un Maestro exclusivo, ni imponer cada una de sus tesis, ni excluir la legítima diversidad de escuelas y sistemas, y menos aún proscribir la justa libertad en la investigación. La preferencia otorgada al Aquinate -preferencia, no exclusivismo- se refiere a su realización ejemplar de sabiduría filosófica y teológica, no menos que a la armoniosa concordia que él supo lograr entre la razón y la fe. De modo que la Iglesia no disimula sus preferencias ni oculta su predilección por la filosofía de Santo Tomás tejiendo, a partir de la Encíclica “Aeterni Patris” del Papa Leían XIII, una cadena de elogios y recomendaciones, no solamente de carácter puramente directivo, sino también, preventivo y hasta disciplinario.
Tomás de Aquino, el ‘Doctor común’
  • Estamos convencidos, pues, de que esta filosofía contrastada y acrisolada durante siete siglos, entendida y aplicada con un espíritu amplio, realista, abierto y progresivo, constituye un instrumento de valor imponderable para adquirir una actitud permanente del espíritu humano hacia el conocimiento de la verdad, la verdad del ser mismo que es su primer objeto, los primeros principios y el descubrimiento de su causa trascendente. La abundancia de las cuestiones, la impresionante disposición de las partes, la firmeza de los principios, la robustez de los argumentos, la claridad y la propiedad del lenguaje y aquella cierta facilidad para explicar las cosas obscuras -todos estos caracteres propios de la filosofía de Santo Tomás- son paradigmas de nuestra propia pedagogía de la filosofía: conseguir la aptitud de la mente para la coherencia, el orden, la disposición, la claridad, la firmeza, la objetividad, la hondura crítica y la profundidad. Hacer, en suma, de la formación filosófica el lugar de la metafísica natural de la inteligencia humana.
  • El tercer constitutivo es el que puede llamarse autóctono o vernáculo. La línea histórica parte aquí de Fray Alonso de la Veracruz, el primero de nuestros filósofos, pasa fugazmente por Sor Juana Inés de la Cruz y Don Carlos de Sigüenza y Góngora en el siglo XVII, se prolonga con la brillante innovación jesuita del siglo XVIII y llega, antes de la Independencia, hasta Don Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos. Esta, que fue la Escolástica y la Escolástica modernizada, se conservó en los grandes Seminarios de México, que fueron como las Universidades de la primera mitad del siglo XIX. Posteriormente el Liberalismo y el Positivismo interrumpieron esta línea hasta su parcial reanudación ya con estos elementos y los de la última filosofía europea en múltiples direcciones hasta hoy.
  • Este último constitutivo define, ante todo, nuestro temperamento filosófico y el estilo de nuestro filosofar. Los sabios de nuestras antiguas culturas pre-hispánicas y las mentes escolásticas en la cima de la cultura española del siglo XVI, se mestizaron para definir un peculiar carácter de filósofo y de filosofía. La enseñanza de la filosofía entre nosotros está profundamente determinada por este componente, aunque sea, de los tres, el menos reconocido y el más desatendido.
Fray Alonso de la Veracruz, la vertiente autóctona o vernácula de la filosofía
  • El pensamiento filosófico en México ha sido, con muy raras excepciones, asistemático, político, y pedagógico. El nuestro es un pensamiento abierto, flexible, libre, preocupado por la circunstancia histórica y rebelde a la rigidez propia del sistema y es también un pensamiento estrechamente unido a la acción, aplicado y existencial. Todo esto, aunado al peculiar temperamento de una raza emotiva que interpreta el mundo según una lógica particular de la emoción y la belleza, condiciona implícitamente nuestra opción pedagógica. Nuestra enseñanza, según estos peculiares caracteres, es, aún sin proponérselo, una enseñanza viva, eminentemente comunicativa y hasta festiva. Viva, activa y creativa; comunicativa, encarnada en la alteridad y en el lenguaje; y festiva, amena y hasta improvisada, caracteres todos ellos que son propios de la conversación y del diálogo. Una enseñanza, en suma, que toma posición contra lo que podría llamarse la dictadura de la cátedra, el imperialismo del sistema y la tiranía de la técnica.
  • En suma, los elementos fundamentales de nuestra opción pedagógica son el clásico-humanista, el cristiano y el autóctono o vernáculo. El primero como elemento esencial, el segundo como elemento propio y el tercero como elemento accidental. Nuestra enseñanza de la filosofía en el Seminario busca humanizar humanizando, posibilitar una conciencia más elevada del hombre, que es la propia del Hijo de Dios y, todo esto desde nuestra peculiar forma de ser, hecha más para el arte, la ética, la religión y la política, y menos, aunque también, para la teoría pura.
  • Hasta aquí se ha tratado sobre los diversos elementos que constituyen nuestra pedagogía; ahora hay que definir algunos aspectos que la matizan, y destacamos cuatro que se corresponden con la filosofía misma. La filosofía es, ante todo, una ciencia y debe formar para la verdad; es también sabiduría y forma para la vida; es, además, conciencia y su pedagogía es formación para la crítica; y es, finalmente, una propedéutica que capacita y posibilita para un saber superior sobre Dios.
  • En primer lugar, decimos, la filosofía, es una ciencia y su pedagogía forma para la verdad. En efecto, la verdad es el valor que preside a la ciencia, lo que da firmeza y solidez al conocimiento científico. Los sabios del México antiguo la llamaban “neltiliztli” -es decir, lo que es cimiento y fundamento, lo que tiene raíz firme y profunda. Y si el ser tiene sentido, eso es en definitiva porque es verdadero.

La filosofía es, ante todo, una ciencia y debe formar para la verdad; es también sabiduría y forma para la vida; es, además, conciencia y su pedagogía es formación para la crítica; y es, finalmente, una propedéutica que capacita y posibilita para un saber superior sobre Dios

Guillermo Hernández Flores
  • Sin embargo, es de naturaleza muy peculiar la relación de la verdad con la filosofía. Cuando León, el tirano de los fliasios, pregunta “¿Quién eres?”, Pitágoras responde definiendo para siempre la relación que será desde entonces como el escándalo de la inteligencia: “Soy filósofo”, es decir, buscador de la verdad. La filosofía se presentaba desde ese momento como búsqueda más que como encuentro. Y siendo la verdad para el filósofo el misterio por excelencia, su condenación será buscar y jamás encontrarla. Dios no es filósofo y sólo en su presencia, terminada ya la búsqueda, dejará de ser la filosofía. La filosofía es, por ello, una ciencia paradójica. La tradición platónica, por otra parte, ha visto en la necesidad y la pobreza la experiencia básica del filósofo; la de necesitar de la verdad y carecer de ella. Nada como la autosuficiencia para ocultarla ni como la riqueza para impedirla. Por eso, si el soberbio está ciego, el opulento está muerto para la: verdad.
  • La derivación hacia su pedagogía es clara: la filosofía, estrictamente, no se enseña para aprender sino para buscar y sea esa búsqueda una preparación a conocer y, sobre todo, a aceptar la verdad. “Enseñar a buscar”, en ese consiste fundamentalmente nuestra enseñanza de la filosofía. Y si la formación sacerdotal no es, además, en la necesidad y la pobreza, reviviendo la experiencia original del filósofo, tampoco lo será para la verdad. Nuestra pedagogía de la filosofía apunta, en suma, a un vaciamiento de sí mismo sin mengua alguna de un espíritu de aceptación y de apertura.
Pitágoras de Samos: “Soy un filósofo”
  • Por otra parte, la filosofía es sabiduría. Platón quería que el sabio, una vez hubiera salido de la caverna y llegado al más alto grado de conocimiento, volviera a descender para ilustrar a sus compañeros. Todo se enlaza en este programa: el conocimiento del orden universal, la realización en el alma del orden interior, la constitución y el mantenimiento en la ciudad del orden exterior y el remedio de los males del Estado. En Platón la ciencia, la moral y la política se encuentran indisolublemente unidas.
  • De esta manera, la filosofía es esencialmente parentesco con la vida; toda metafísica, haciendo una parábola, vuelve a la vida de la que había salido para convertirse en ética y política. La filosofía, al menos la que nadie niega que lo sea, nació del diálogo en la calle y en el mercado, en los gimnasios y en las reuniones cotidianas y festivas donde los hombres iban a poner en común sus pensamientos. Si la filosofía más auténtica es ésta, es decir, la socrática, lo es justamente porque intenta alcanzar la universalidad más alta partiendo de la singularidad más viva.
  • Según esto, nada más ajeno a nuestra enseñanza de la filosofía que la ironía de la muchacha tracia al sabio de Mileto. Al contrario de lo que con frecuencia se piensa, el verdadero filósofo no es el que, lejos de la tierra, se abandona a las más altas especulaciones, sino el que, como Hiperión, con el espíritu en el cielo, tiene los pies sobre la tierra. Alas y plomo, como decía Caso. El pensamiento filosófico es en todo momento un pensamiento encarnado y el filósofo un hombre preocupado no solamente por comprender sino por vivir su circunstancia.

El verdadero filósofo no es el que, lejos de la tierra, se abandona a las más altas especulaciones, sino el que, como Hiperión, con el espíritu en el cielo, tiene los pies sobre la tierra. Alas y plomo, como decía Caso. (…) la enseñanza de la filosofía se orienta no sólo al saber de la vida sino a saber vivirla y porque la verdad, en definitiva, no es para saberse sino para vivirse, hay que enseñarla no sólo como una ciencia sino también como una ascética

Guillermo Hernández Flores
  • Sin duda, los problemas filosóficos más fundamentales se encuentran hoy como nunca en el centro de las preocupaciones de los hombres de nuestro tiempo, y ello hasta el punto de invadir todos los campos de la cultura: la literatura, el teatro, el cine, la televisión, la radio e incluso la canción. En ellos se encuentran constantemente evocados los eternos temas del pensamiento humano: el sentido de la vida y de la muerte, el sentido del bien y del mal, el fundamento de los valores, la dignidad y los derechos de la persona humana, la confrontación de las culturas y de su patrimonio espiritual, el escándalo del sufrimiento, de la injusticia, de la opresión y de la violencia, la naturaleza y las leyes del amor, el orden y el desorden de la naturaleza, los problemas relativos a la educación, la autoridad, la libertad, el sentido de la historia, el misterio del más allá y el problema de Dios. Hay que destacar en consecuencia que todas las orientaciones morales, las opciones pedagógicas y las mismas normas jurídicas, reformas sociales y muchas decisiones políticas comportan presupuestos y consecuencias de orden filosófico, que necesitan ser estudiados, declarados y críticamente valorados.
  • De aquí, pues, otro aspecto de nuestra pedagogía: la enseñanza de la filosofía se orienta no sólo al saber de la vida sino a saber vivirla y porque la verdad, en definitiva, no es para saberse sino para vivirse, hay que enseñarla no sólo como una ciencia sino también como una ascética. Por eso, juzgamos como absolutamente inadmisible que un sacerdote católico, llamado a ejercer su ministerio en medio de los hombres y dentro de una sociedad pluralística, en la que se debaten fundamentales problemas filosóficos a través de todos los medios de comunicación social y a todos los niveles culturales, sea incapaz de mantener un inteligente intercambio de puntos de vista acerca de las cuestiones fundamentales que tocan de cerca tanto su fe personal cuanto los problemas candentes del mundo. A este respecto, la enseñanza de la filosofía para el futuro sacerdote tiene un valor instrumental evidente.
Immanuel Kant o la filosofía como conciencia
  • En tercer lugar, la filosofía es también conciencia y por ello, según dijimos, su pedagogía debe dirigirse a la formación de un espíritu crítico. El carácter instrumental de la filosofía según el cual ésta lo mismo es un órgano de conocimiento que un “útil” para la crítica, ha sido puesto de relieve especialmente en los dos últimos siglos de su existencia. De esta manera, sin dejar de ser una reflexión radical, esto es, una reflexión que va a las raíces y principios de las cosas, se hace también crítica, es decir, una reflexión que juzga y discrimina la realidad.
  • Kant llamó “crítica” a su filosofía y, según expresó, su empeño fue el de enseñar a filosofar y no simplemente el de transmitir una filosofía. Según esto, la filosofía no es tanto un conjunto de contenidos que pueden no decir nada, cuanto una posición frente a la vida. No se aprende, pues, filosofía, sino que se aprende a filosofar, y en consecuencia tampoco se enseña filosofía, sino que se enseña a filosofar. La crítica del saber es, sin duda, uno de los principales beneficios de la reflexión filosófica. No hay verdad ni certeza sin una vuelta del espíritu sobre sí mismo para conocerse, examinar su naturaleza, sus posibilidades, sus límites, sus instrumentos, sus títulos de posesión de la verdad. La reflexión crítica disipa los falsos saberes, los conformismos y los prejuicios; por ello, la crítica es una premisa necesaria para la actividad creadora. Se hace crítica para ejercitar la libertad, y la libertad es creadora, como dice Bergson.

“Atrévete a pensar”, tal sería, desde este punto de vista, nuestro imperativo pedagógico

Guillermo Hernández Flores
  • La enseñanza de la filosofía será, entonces, una actividad dirigida a formar la conciencia crítica. Una conciencia que ponga al descubierto toda dependencia, es decir, por una parte, cualquier condicionamiento extraño al propio ser, y por otra, cualquier imposición de puntos de vista igualmente extraños. La dependencia proviene de la inconsciencia de sí y de la propia historia, de manera que la toma de conciencia de la dependencia -la conciencia crítica- es conciencia al mismo tiempo de emancipación y de liberación.
  • En este tiempo nuestro en el que, como en ningún otro, la violencia parece anular a la razón y la sabiduría tiende a confundirse con la superioridad de medios, se hace cada vez más necesaria una capacidad de discernimiento tal que permita la formación de juicios sólidos y claros, creadores de acciones coherentes, comprometidas y auténticamente libres. Y esto sólo se logra, primero, por una conciencia crítica, que sea capaz de dar a ese juicio una conciencia no sólo de presente sino de recuperación de pasado y de proyección al futuro. “Atrévete a pensar”, tal sería, desde este punto de vista, nuestro imperativo pedagógico.
San Gregorio Magno, la filosofía como “preludio del cristianismo”
  • Finalmente, el aspecto propedéutico de la filosofía se vincula estrechamente a la cuestión más amplia de su autonomía como ciencia. De su concepción temprana como matriz de las ciencias, en la Edad Media frente a la teología, en la Moderna frente a la ciencia positiva y en la contemporánea frente a la ideología, la filosofía ha tenido que definir, no sin serias dificultades, su peculiarísima identidad.
  • La concepción gregoriana de “preludio del cristianismo” y la alejandrina de “pedagoga del evangelio”, generaron la concepción, “ancillar” de la filosofía. Por otro lado, la concepción moderna con sus exigencias del fenómeno, el prurito de la verificabilidad y la pretensión de la aplicabilidad inmediata del saber, han desprestigiado su dignidad de ciencia y la han reducido a una simple epistemología general o a un mero instrumento analítico-crítico o a retórica urdida sobre los resultados positivos de las ciencias experimentales. Y en nuestros días el espíritu de grupo y de programa han pervertido la filosofía aliándola con fuerzas sociales determinadas, institucionalizándola e instrumentalizándola desde el poder político.

Ha sido un convencimiento íntimo y permanente del Magisterio eclesiástico el que se requiera el uso progresivo y múltiple de la filosofía para que la teología tome y revista el carácter, hábito e índole de verdadera ciencia al grado de asegurar que un filósofo ignorante e inexperto no podrá ser nunca un teólogo docto

Guillermo Hernández Flores
  • Sin entrar a mayores consideraciones, dejando de lado lo referente a su autonomía respecto a la ciencia y la ideología, y teniendo en cuenta, además, que entre nosotros la formación, filosófica siempre ha sido sólo un momento previo a la formación teológica, debe decirse que la mentalidad “ancillar”, en sus diversos matices apologético, metodológico y pragmático, siempre ha estado presente influyendo en nuestra enseñanza.
  • En efecto, por una parte, los Pontífices de la Iglesia han recomendado y procurado con singular cuidado la enseñanza de la filosofía como la ciencia de la cual depende en gran parte la recta enseñanza de las demás ciencias; además, ha sido un convencimiento íntimo y permanente del Magisterio eclesiástico el que se requiera el uso progresivo y múltiple de la filosofía para que la teología tome y revista el carácter, hábito e índole de verdadera ciencia al grado de asegurar que un filósofo ignorante e inexperto no podrá ser nunca un teólogo docto.
Sócrates o el martirio pagano
  • Por otra parte, la misma Iglesia ha visto en la filosofía un poderoso y robusto alimento de doctrina para defender las verdades enseñadas en la Revelación y resistir a los que se atreven a impugnarlas de manera que los principios de la sana filosofía contribuyen a la conservación, aprovechamiento y mayor progreso, para el bien de toda la humanidad, de los valores cristianos en medio de la actual crisis en la vida social y cultural.
  • Las pautas pedagógicas que de aquí se derivan pueden resumirse en las finalidades que a la formación filosófica en los Seminarios le ha señalado la normatividad contemporánea de la Iglesia: por un lado, el perfeccionamiento de la formación humana de los jóvenes, y por otro, el perfeccionamiento de su vida de fe, y esto precisamente en cuanto los prepara a los estudios teológicos y los capacita a entablar un diálogo más efectivo con los hombres de hoy en su futuro ministerio pastoral.

La cultura moderna, cerrándose cada vez más al problema de la trascendencia, va obstaculizando el auténtico pensamiento filosófico y, en especial, la especulación metafísica, única que puede alcanzar los valores absolutos

Guillermo Hernández Flores
  • Haciendo algunos señalamientos sobre las limitaciones, necesidades y obstáculos con los que tropieza la enseñanza de la filosofía en el Seminario, llegamos al final de esta ponencia.
  • En primer lugar, hay que decir que el clima espiritual de nuestra enseñanza es ambivalente. Mientras, por una parte, nuestra época, llena de cambios, sociales y movimientos ideológicos invita constantemente a una seria reflexión filosófica, por otra, se nota la tendencia a infravalorar la filosofía hasta el punto de declararla, en algunos casos extremos, inútil y hasta nociva. Sin duda, la cultura moderna, cerrándose cada vez más al problema de la trascendencia, va obstaculizando el auténtico pensamiento filosófico y, en especial, la especulación metafísica, única que puede alcanzar los valores absolutos.
Mártires cristianos o morir por Cristo
  • De aquí la primera gran dificultad para la enseñanza de la filosofía: el actual espíritu tecnológico, que reduce el “homo sapiens” al “homo faber”. La técnica, mientras reporta a la humanidad numerosas e innegables ventajas, no siempre favorece en el hombre el sentido de los valores del espíritu. Como se observa hoy comúnmente, la mentalidad del hombre parece orientarse con prevalencia al mundo material, concreto, al dominio de la naturaleza mediante el progreso científico, reduciendo el conocimiento al nivel de los métodos de las ciencias positivas. El acento puesto unilateralmente en la acción de cara al futuro, el optimismo alimentado por una confianza casi ilimitada en el progreso, mientras impulsan a las transformaciones inmediatas y radicales en el campo económico, político y social, hacen olvidar con frecuencia el carácter permanente de los valores morales y espirituales, pero sobre todo hacen que parezca superflua, e incluso perjudicial, la auténtica especulación filosófica, que contrariamente, debe ser considerada como base indispensable de aquellos cambios. En este clima, la enseñanza seria de la filosofía es con frecuencia despreciada y los criterios de verdad no son ya sólidos e indiscutidos principios metafísicos, sino la actualidad del éxito; así se comprende fácilmente que el espíritu de nuestro tiempo se manifieste cada vez más como ametafisico y no sólo como antimetafísico, y por lo mismo abierto a toda clase de relativismo. Tiempos estos a los que nuestra contemporaneidad ha llamado “posmodernos”.

Donde la filosofía no es rechazada se abre camino cada vez más el pluralismo filosófico, que se debe no sólo al encuentro de las varias culturas del mundo y a la diversidad y complejidad de las corrientes filosóficas, sino también a la vastedad casi inagotable de las fuentes de la experiencia humana

Guillermo Hernández Flores
  • Otra dificultad proviene del acelerado progreso de las ciencias naturales y antropológicas, con las que muchas veces se pretende dar una explicación exhaustiva de la realidad, llegando al extremo de pretender eliminar a la filosofía como cosa arcaica y superada creando un antagonismo de consecuencias negativas para ambas partes. Por otro lado, nos encontramos con la mentalidad teológica negativa según la cual la pureza del mensaje evangélico se ha visto corrompida por la especulación filosófica llenándola de falsos problemas, siendo del parecer, en consecuencia, que las disciplinas teológicas deben ser tratadas exclusivamente con el método histórico.
  • Otras dificultades nacen en el campo mismo de la filosofía. En efecto, donde la filosofía no es rechazada se abre camino cada vez más el pluralismo filosófico, que se debe no sólo al encuentro de las varias culturas del mundo y a la diversidad y complejidad de las corrientes filosóficas, sino también a la vastedad casi inagotable de las fuentes de la experiencia humana. La amplitud y la profundidad de la problemática planteada por la aparición de nuevas filosofías y por el progreso científico, es de tal magnitud que resulta extremadamente difícil no ya el logro de una síntesis sino incluso la asimilación de nuevas nociones tan necesarias para una enseñanza filosófica realmente viva y eficaz.
¿Y qué es la Verdad?
  • Esta situación, naturalmente, repercute gravemente en nuestra enseñanza de la filosofía en el Seminario. Así, no deben desconocerse las graves y numerosas tareas que se imponen hoy a la actividad de un profesor de filosofía: la necesidad de asimilar una gran cantidad de nociones nuevas, derivadas de las varias mentalidades filosóficas y del progreso de las ciencias; la problemática, totalmente nueva en muchos casos, que hay que afrontar; las exigencias de nuevas adaptaciones en el lenguaje y en los métodos didácticos, etc. Todo lo cual, por otra parte, ha de realizarse con frecuencia en un tiempo relativamente escaso, en un ambiente pobre de recursos y con un alumnado no siempre suficientemente interesado y preparado.
  • Los alumnos, aun cuando muestran interés por ciertos problemas vivos que afectan al hombre y a la sociedad, no se sienten por lo general estimulados a los estudios filosóficos por el clima cultural de nuestro tiempo -más propenso a la imagen que a la reflexión-, y, sobre todo, por la preparación previa, que con frecuencia es de índole prevalentemente técnica y orientada a la práctica. Hay, además, otras circunstancias particulares que hacen menos atractivo a los alumnos el estudio de la filosofía: la perplejidad que muchos experimentan frente a la multitud de corrientes filosóficas contrapuestas; la índole demasiado exigente, a su juicio, y acaso imposible, de una búsqueda desinteresada de la verdad; la aversión hacia los sistemas fijos y recomendados por la autoridad; las deficiencias de una enseñanza poco actualizada, que presenta muchas veces una problemática anticuada y sin conexión con la vida; un cierto lenguaje filosófico arcaico poco accesible al talante del hombre moderno; un excesivo abstractismo que impide a los alumnos una visión clara del nexo de la filosofía con la teología y, sobre todo, con la actividad pastoral para la que ellos desean primordialmente preparase.
  • De ahí, finalmente, el que se vaya dando una cierta sensación de malestar, de desazón y de disgusto con respecto a la filosofía, dudas sobre su valor y su utilidad práctica; de ahí también los fenómenos de aflojamiento e incluso de abandono de la auténtica enseñanza filosófica para dar mayor tiempo a las ciencias que se consideran más actuales y mejor orientadas a las exigencias concretas de la vida.

Se ha inaugurado la era de la mercancía universal, incluido el hombre, último logro de la racionalidad del lucro. Hace más de un siglo Marx escribió, desde la economía, sobre la miseria de la filosofía. Ha llegado el momento de escribir, desde la filosofía, sobre la miseria de la economía

Guillermo Hernández Flores
  • Dos palabras finales. La primera; el término “martirio” sólo es plenamente comprensible en el contexto de la fe cristiana, sin embargo, Sócrates, representa su extensión analógica al paganismo. Sócrates, para el paganismo, es lo que el Bautista -por no decir el mismo Cristo- para el cristianismo: el sacrificio de la vida por la verdad, de la ética por la política. La polis griega vio morir en Sócrates a la razón moral para beneplácito de Nietzsche en las postrimerías del siglo XIX y para el de nuestro tiempo que anuncia, con él, la agonía de la moral y la muerte de Dios. Según esto, la filosofía tiene que enseñarse como una vocación ética en una polis cristiana que vive una realidad decadente no sólo anti-ética sino a-ética.
  • Y la segunda: estamos ya más allá de la sociedad de consumo, más allá de la multiplicación de objetos desechables, más allá de la substitución de lo natural por el artificio; estamos en el mundo del “hombre mercantil” y del mercado y mercancía universales. La obligación es, ahora, la de producir no tanto para comprar como para vender; la ciencia es la que desarrolla los productos y la lógica la que maximiza los beneficios. Se ha inaugurado la era de la mercancía universal, incluido el hombre, último logro de la racionalidad del lucro. Hace más de un siglo Marx escribió, desde la economía, sobre la miseria de la filosofía. Ha llegado el momento de escribir, desde la filosofía, sobre la miseria de la economía.