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Tres disparos en la plaza – Juan de Dios Andrade

Se han cumplido 60 años de la muerte de Kennedy y, aunque sabemos mucho sobre lo ocurrido, aún quedan algunos cabos sueltos que no han sido explicados cabalmente. ¿Fue muerto por un asesino solitario o como resultado de una conspiración? Tal vez nunca sepamos la verdad del todo, pero sí podemos hacer el esfuerzo por entender su significado histórico, porque las cosas se entienden mejor a la distancia y con la reflexión.

CONfines Políticos

22 de noviembre de 2023

Correspondencia: confinespoliticos@gmail.com

Cuando los Kennedy llegaron a Texas, estaban de luto. Tres meses antes, Jackie había perdido a su bebé Patrick por nacimiento prematuro y, el 22 de noviembre de 1963, ella regresó a Washington doblemente enlutada, ahora por la muerte de su esposo. ¿Se pueden imaginar algo más trágico? El enfocar lo ocurrido exclusivamente desde la óptica del magnicidio, hace que perdamos de vista el drama humano en toda su magnitud. Pese a la pérdida familiar, el viaje se había iniciado con cierto ánimo, pero, en un lapso muy corto, la vida del clan Kennedy y la Historia de Estados Unidos cambió para siempre…

¿A qué habían ido a Texas? Porque John F. Kennedy no iba a tratar ningún asunto de gobierno. Responder a esa pregunta hará que enfoquemos correctamente lo que, de otro modo, podría malinterpretarse. Sin descartar del todo ninguna hipótesis, las teorías de la conspiración tienen mayor margen si no consideramos el motivo de la visita y nos hace entender mejor algunas de las conclusiones de la Comisión Warren: el presidente estaba preocupado porque su índice de aprobación había bajado al 58% y quería afianzar su reelección. Por eso, decidió empezar extraoficialmente su campaña casi un año antes de la cita en las urnas…

En busca de la aprobación perdida

El que hayan visitado México en 1962, hizo indispensable la presencia de Jacqueline en Texas. Desde aquellos años, la importancia del voto hispano iba en aumento y ella hablaba muy bien español. Toda gira para captar votos tiene cierto aire festivo y la señora acababa de perder a su bebé, lo que explica el que haya escogido una vestimenta agradable sin excederse. El traje de Chanel, usado el día fatal, fue seleccionado porque era representativo de la mujer norteamericana de la época y se pretendía que se identificaran con la primera dama…

¿Por qué es importante saber todo eso? Porque se relajaron algunas medidas de seguridad, como se hacía en toda campaña. Por ejemplo, así debe entenderse el que se haya publicado la ruta de Kennedy en Dallas, porque la idea era que sus simpatizantes se apostaran en algún punto para ver pasar la caravana. Hay material fílmico y fotográfico de sobra para constatar que el objetivo era que la gente pudiera sentirse muy cerca de Kennedy, hasta casi tocarlo. Durante el traslado, la limusina se carga a la derecha o a la izquierda precisamente para darle gusto a todos…

¿Es suficiente como para concluir que no hubo complot alguno? No propiamente, pero sirve para entender que hacen falta más elementos para acreditarlo…

No voy a repetir aquí todo el itinerario, basta saber que el jueves 21 de noviembre fueron a San Antonio y, luego, a Houston, en donde Jackie dirigió un mensaje en español a los reunidos en el Hotel Rice. En ese momento, era evidente que estaba en condiciones de hacerse con peso político propio en un futuro no muy lejano. La noche de ese mismo día, arribaron a Fort Worth, donde pernoctaron en la habitación 1530 del Hotel Texas (hoy: Hotel Fort Worth Hilton), cuyo lema era: “Donde empieza el Oeste”. Aunque usualmente se habla de Dallas Fort Worth, se trata de dos ciudades distintas. Además de ser muy tranquila, Fort Worth es considerada más representativa del ‘verdadero Texas’, del ‘auténtico espíritu vaquero’…

John F. Kennedy afuera del Hotel Texas en Fort Worth

A la mañana siguiente, 22 de noviembre, pese a lloviznar, se empezó a congregar mucha gente en el estacionamiento del hotel, mientras el presidente observaba desde la venta de su habitación. Al despejarse un poco el cielo, la decisión fue lógica: Kennedy bajó para saludar a los ahí reunidos y pronunciar unas palabras. Las imágenes no dejan lugar a dudas: las medidas de seguridad eran mínimas, para que todos pudieran saludarlo…

Dentro del hotel, Kennedy pronunció un discurso ante la Cámara de Comercio, con un claro sentido geopolítico que deja entrever la influencia de las ideas de Zbigniew Brzezinski:

Era un claro deslinde de lo que había sido una actitud blanda ante el expansionismo y la agresividad soviética. Justamente lo que Brzezinski le había aconsejado…

Habría sido más fácil en el Hotel Texas o en la calle, que dispararle desde un sexto piso

Dos errores decisivos

Después de transitar por algunas calles de Fort Worth, se trasladaron en el Air Force One al aeropuerto de Love Field, para visitar Dallas. Un vuelo muy breve, con tal de no regresar por tierra a donde habían pasado la noche. Menos de una hora después, tres disparos sonaron en la Plaza Dealey y John F. Kennedy resultó herido mortalmente. La primera bala se desvió al dar en un semáforo, pero las otras dos alcanzaron al presidente…

De las dos irregularidades que se cometieron en el contexto de la visita, una recayó en el propio Kennedy: ordenó que los agentes del Servicio Secreto no se ubicaran en la parte trasera de la limusina y que se bajara la capota. Si ellos hubieran estado en su sitio, habría sido casi imposible matarlo. La otra, la cometió el conductor, que, al escuchar la segunda detonación, frenó levemente y volteó a ver lo que estaba pasando, en lugar de acelerar como indicaba el protocolo de seguridad. En esa fracción de segundo, el tercer disparo le destrozó parte del cráneo al presidente y el resto es una historia muy conocida…

La polémica sobre quién fue el primero en informar sobre lo que estaba ocurriendo en Dallas, sigue abierta. Los datos indican que respecto a la Plaza Dealey, fue Merriman Smith, enviado a regañadientes por la United Press International (UPI), que el día fatal se había sentado delante del radioteléfono habilitado en el vehículo en que iban los reporteros. Como eran muchos los que cubrían la fuente, se turnaban para estar cerca del teléfono y le tocaba a Jack Bell de la Associated Press (AP), pero no estaba interesado. Dicen que hay oportunidades que sólo pasan una vez delante de algunas personas y Bell la dejó ir…

Cuatro minutos después de que Kennedy fuese herido, la UPI emitió su primer cable: “DALLAS, NOVIEMBRE. 22 (UPI) – TRES DISPAROS HOY EN LA CARAVANA DEL PRESIDENTE KENNEDY EN EL CENTRO DE DALLAS”. En vano, Bell golpeó a Smith en la espalda para que le diera el teléfono, cosa que logró cuando estaban llegando al hospital, pero la línea de comunicación falló y no pudo comunicarse con la AP. Bell había perdido su lugar en la Historia…

“Donde empieza el Oeste”

Merriman Smith corrió hacia la limusina y pudo ver al gobernador Connally herido y una mancha oscura en el lado derecho del traje de Kennedy, mientras esperaban la camilla del hospital y le preguntó a Clint Hill, agente del Servicio Secreto, sobre la gravedad del presidente y la respuesta fue: “Está muerto, Smitty”. Los hombres de armas no necesitan que alguien les diga cuál es la situación cuando es evidente. De inmediato, Smith entró a la sala de urgencias pidiendo un teléfono y, mientras ingresaban a Kennedy y a Connally, informó: “Está muerto”. A la 1:35 pm, la UPI despachó su cable confirmando el triste final…

Corrió la versión de que fue el reverendo Oscar L. Huber, quien le administró la extremaunción a Kennedy, el que filtró que había muerto. Sin embargo, existe una carta fechada el 1 de junio de 1968, firmada por él, en donde le dice al autor Jim Bishop, a propósito de su libro sobre el tema, que jamás dijo tal cosa a ningún reportero, aunque se lo preguntaron. Sobre todo, desmiente lo dicho por William Manchester en su libro La muerte de un presidente. Si nos apegamos a lo narrado por Merriman Smith, fue el agente Clint Hill quien lo dijo al llegar al hospital…

Un error de interpretación

¿Fue el asesinato de Kennedy resultado de una conspiración? Lo que siguió durante las horas y días siguientes, sirvieron para sembrar muchas dudas razonables: destrucción de archivos, sobre todo en instancias del FBI y de la CIA, así como irregularidades en el uso y conservación de documentos relativos a la autopsia hecha en el Centro Médico Naval de Bethesda, por parte del médico y comandante naval James Humes y del almirante George Burkley, médico de cabecera del presidente asesinado…

Un discurso que cayó en el olvido

Para entender lo que estaba ocurriendo, hay que saber que la seguridad personal de un presidente corre a cargo del Servicio Secreto, que muchas veces se apoya en el FBI, la CIA o en autoridades locales. El FBI resuelve lo relativo a los factores de riesgo en el contexto nacional, mientras la CIA se avoca a lo mismo, pero en el plano internacional. Lee Harvey Oswald estaba en la lista de ambas agencias, pero fueron negligentes al vigilarlo (su viaje a México y sus pasos en Dallas y otras ciudades de Estados Unidos). Si hicieron desaparecer muchos documentos, fue para evitar las consecuencias legales…

¿Y la manipulación de algunos aspectos de la autopsia? Aunque al principio el almirante Burkley quería acotarla sólo a lo más indispensable y Humes se opuso, sobre todo pensando en la posibilidad de que hubiera un complot de por medio, al final estuvieron de acuerdo en ocultar que John F. Kennedy padecía la enfermedad de Addison, motivo por el cual había que omitir toda referencia a sus glándulas adrenales, ubicadas arriba de los riñones…

Al no producir las glándulas suficientes hormonas, Kennedy debía ser maquillado para ocultar su verdadero estado de salud. Pese a ello, en algunas fotos se aprecian las señales. El presidente podía mantenerse con vida gracias a fuertes dosis diarias de hormonas, incluida la testosterona que es la hormona sexual masculina por excelencia. De la testosterona dependen, entre otras cosas, el desarrollo de los genitales y el crecimiento del pene, así como los caracteres sexuales secundarios, la libido y la producción de espermatozoides…

No se trataba de una conspiración, sino de salvar el puesto y la futura pensión, por un lado y de ocultar un asunto penoso que habría dejado expuesta la intimidad de la víctima, por el otro…

Las aventuras sexuales de Kennedy han sido ampliamente investigadas, pero nadie parece interesado en averiguar por qué era así. La enfermedad de Addison implicaba que tenía problemas para mantener a flote su masculinidad. Hay evidencias de que trataba de concluir el acto sexual lo antes posible, quizás temeroso de fallar en el punto exacto y los más probable es que sus muchas relaciones eran un modo de autoafirmar su virilidad…

Hubo una edad de la inocencia

La posibilidad de un complot

¿Significa que no hubo complot? No necesariamente. Hay varios indicios, no concluyentes, que tal vez puedan convertirse en pruebas más adelante: las conexiones del entorno de Kennedy con facciones de la Mafia y sus turbias relaciones amorosas; los nexos de la CIA con la grupos de la misma Mafia, donde se insertan los intentos de matar a Castro; la infiltración del KGB y de agentes cubanos en las redes de inteligencia de Estados Unidos; los vínculos familiares de Marina, la esposa de Oswald, con los aparatos de seguridad soviéticos y la posibilidad de que Lee Harvey Oswald fuera un agente doble, así como la forma en que actuó Jack Rubí al asesinarlo. En fin. Es una maraña de posibilidades que ya habrá ocasión para analizarla en otros aniversarios luctuosos…

Planear la muerte de un presidente disparándole desde el sexto piso de un depósito de libros escolares, no parece ser obra de profesionales, sobre todo porque las posibilidades de fallar eran muy altas. Después de lo ocurrido, lo vemos diferente porque el tirador logró su cometido. Pero la naturaleza de una campaña por la reelección indica que era más fácil acercarse para alcanzar el objetivo y ahí están las imágenes de la visita como prueba…

El problema es que la muerte de Kennedy está en el punto exacto en que bien pudo ser obra de un solo asesino o de un puñado de complotistas…

Los años Sesenta tuvieron su faceta oscura. La muerte de John F. Kennedy formó parte del drama estadounidense de la época y fue el inicio de una lista de personajes cuyas vidas fueron segadas violentamente: Malcolm X en 1965 y Martin Luther King y Robert Kennedy, los dos en 1968…

Eran los síntomas de que la Modernidad se estaba desplomando y de que el mundo emanado de ella, había perdido su inocencia…

Hasta entonces…